Con sus pintorescos pueblos bañados por la luz del sol, sus campos de olivos y la viñas que se extienden en centenares de terrazas, el Matarraña invita a comparaciones con la Toscana. Pero a diferencia de su contrapartida italiana y, por suerte, este rincón tremendamente bien conservado de Aragón aún se encuentra fuera de las rutas turísticas más masificadas.
Las cabras montesas aún pasean por los escarpados peñascos de los puertos de la comarca y las villas de origen medieval parece que han quedado congeladas en otro tiempo.
Y, aunque pueda parecer un entorno salvaje, lo cierto es que llegar al Matarraña es tremendamente fácil, con el aeropuerto más cercano a tan solo 1 hora y media de distancia.